Avui, i llegint alguns dels reculls de prensa del diari d'Amposta de mitjans del segle passat, he recordat unes frases dedicades al cultiu de l'arròs del delta, nomès llegint-lo no fa res més que reafirmar l'importancia vital de tenir una bona campanya en aquells temps, un cultiu lligat a la supervivencia de la gent del Delta.
La arteria principal del corazón ampostino vuelve a latir en primavera, el canal de la derecha del ebro, rebosante ya de aguas cruza el pueblo que, como una pequeña Venecia se refleja en ellas.
Los campos arrozales que quedaron todo el invierno en letargo, sienten el cosquilleo del agua en sus entrañas y se esponjan para concebir la gramínea. Una nueva vida surge el la ribera, los hombres y mujeres del campo multiplican su actividad tejiendo, a pulso, la alfombra verde de sus esperanzas.
El agua del canal, impetuosa, dirigida i controlada, invade cauces y predios. Discurre bajo un sol abrasador que la evapora o bajo la lluvia que la desborda,a veces llena de limos, otras limpia y transparente , pero siempre prosiguiendo su fecunda finalidad, hacer fructificar la planta arrocera en maduras espigas con destellos de sol y oro.
Déspues, la cosecha, más o menos óptima, llenará los graneros. Los molinos comenzaran su molturaje, obteniendo un rendimiento más o menos espléndido. El beneficio industrial y comercial podrá ser más o menos lucrativo. Pero todo ello queda supeditado y ha sido precedido por el proceso agrícola, al que no puede fallar para que la cosecha del arroz sea feliz realidad, el caudal de agua necesario.
Este es el elemento base vital, que, junto con los demás de la naturaleza lo llevaran a cabo.
J.Ayxandri F.
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